CIBERFEMINISMO: ENTRE LA (U)TOPIA Y LA (DIS)TOPIA
Dra. Sonia Reverter-Bañón*
En su ensayo ya clásico, Manifiesto Cyborg (1991) , la filósofa americana Donna Haraway identifica un nuevo tipo de feminismo inspirado en la imagen del ciborg , entendido como "un organismo cibernético, un híbrido de la máquina y el organismo" . La idea que Haraway propone es que el concepto de ciborg vuelve borrosos los límites entre el ser humano y la máquina, y ello eventualmente, volverá obsoletas las categorías de varón y hembra, abriendo el camino a un mundo de libertad, más allá de los géneros.
Algunos años después, la británica Sadie Plant (1995) acuñó el término "ciberfeminismo", proponiéndolo como una argumentación teórica que puede de hecho abrir un espacio, el ciberespacio, donde los humanos en conexión con la tecnología de la información, encuentren nuevas formas de construir el sujeto y la identidad humana. En el mundo de la tecnología de la información los principios cartesianos ya no tienen validez, y las distinciones que sustentaban - cuerpo/mente, biología/tecnología, natural/artificial, humano/mecánico- están bajo sospecha.
En 1997 (del 20 al 28 de septiembre) se celebró el Primer Encuentro Internacional Ciberfeminista en la Documenta X de Kassel, Alemania, dentro de la sección denominada "Espacio de trabajo híbrido" (Hybrid Workspace) . La mayor parte de la discusión del encuentro se centró en definir qué es el ciberfeminismo, qué aporta y por qué objetivos lucha dentro del terreno de la tecnología de la comunicación y la información. Tres años después el ciberfeminismo sigue siendo una corriente híbrida de trabajo, reflexión y análisis sobre las tecnologías de la información. No tiene una agenda homogénea, ni un proyecto único, ni siquiera un horizonte en el que puedan converger las diferentes posiciones. Aún así propongo agrupar todas las diferentes posturas y discursos ciberfeministas en dos líneas:
-las que creen que el ciberespacio representa la posibilidad de una utopía, también llamada netopia.
-las que creen, por el contrario, que aquello que caracteriza a la realidad cibernética actual no es la utopía, sino lo opuesto, la distopia.
Desde lo que se ha llamado "ciberfeminismo liberal" la nueva era de la información basada en Internet puede suponer la utopía liberadora que nos conduzca a un mundo más allá de la polaridad de género de varón/mujer. Esta es la utopía del ciberespacio como forum democrático donde los usuarios y usuarias están liberados tanto de los constreñimientos del mundo físico como del género y la sexualidad. El ciberespacio permite la fluidez del género en contraposición a la categorización usual.
En un texto considerado ahora de la prehistoria del ciberfeminismo Shulamith Firestone argumentaba en 1972, en The Dialectic of sex, cómo la cibernética ofrecería la posibilidad de escapar de los confines del cuerpo, es el proyecto que llevaría a la liberación de la humanidad de la tiranía de su biología. En esta línea de pensamiento años después muchas teóricas feministas empezaron a reflexionar sobre la relación del género y el cuerpo dentro del discurso del ciberespacio.
Donna Haraway reactivó y encaminó cualquier reflexión sobre el tema al ofrecer el concepto de ciborg en 1991. El ciborg ofrece la posibilidad, no sólo de extrapolar las diferencias biológicas entre los seres humanos (no únicamente las de género), de descentrar el cuerpo humano, sino también de acabar con el sueño universal y de la teoría totalizadora de Occidente. El ciborg hace posible un mundo más pluralista, y más igualitario. El cuerpo, el icono sagrado de la esencia de la mujer, deja de ser seña de identidad irremediable. En un mundo de ciborgs la identidad se realiza de maneras variadas, no precisamente a través del cuerpo, sino más bien retórica y discursivamente. La identidad deja de ser fija e irrefutable. Es movible, cambiante, nómada, múltiple y plural. Y ello puede traer ventajas para aquellas, las mujeres, cuya identidad está basada en la visibilidad de un cuerpo excluido del sistema de poder. A ello refiere la condensada frase de Haraway: "Prefiero ser una ciborg a una diosa" (2000: 291).
Sadie Plant, con un acercamiento cuasi religioso y a veces esencialista, cree también en la posibilidad de explorar Internet viendo las promesas que puede suponer para las mujeres. Plant cree, a veces demasiado utópicamente, que la realidad virtual del ciberespacio puede acabar con la visión del mundo y la realidad material construida durante dos mil años por el orden patriarcal. Las mujeres, entendidas como una versión deficiente de una realidad que es masculina, no han tenido la oportunidad de acceder a los sistemas de poder político, tecnológico, económico, social, cultural. El diagrama de la autoridad jerárquica se conforma por el poder y el intercambio de mujeres por sus padres, maridos, amantes, hermanos o hijos. Equiparando la matriz de cálculo de los ordenadores con la matriz femenina Plant arguye que los sistemas informáticos multifuncionales tienen más en común con las mujeres que con los sujetos masculinos, caracterizados por el patriarcado por una identidad singular, fija, y una capacidad de agencia unidireccional y no relacional. Inspirada en la obra de la filósofa francesa Luce Irigaray, Plant asegura que la naturaleza fluida, relacional, conectiva, e incluso ambigua que se ha adjudicado a la subjetividad femenina y que ha servido para excluir a las mujeres y privarlas de capacidad de acción en la esfera publica (donde se debaten y deciden las cosas "importantes"), puede volverse ahora una ventaja positiva, pues convierte a las mujeres simplemente en más aptas y capaces para entender, usar y crear espacios de información entretejida, diversa, cambiante y multifuncional. Como afirma Plant (1996: 179) a las mujeres les va bien en sistemas y procesos fluídos, procesos de tejer, que se asemejan a los del ciberespacio. Plant cree por ello que las posibilidades de liberación que el ciberespacio traerá a las mujeres no tienen precedentes. De hecho, Plant asegura que las telecomunicaciones globales y la migración de capital desde Occidente están ya actualmente resquebrajando las estructuras patriarcales, posibilitando un poder económico para las mujeres trabajadoras y multiplicando las oportunidades de comunicación, educación y acceso a la información de las mismas .
Desde otro posicionamiento los movimientos feministas que podemos englobar bajo el rótulo de ciberpunk están formados por mujeres jóvenes con un alto grado de conocimiento y uso de Internet. Son los movimientos asociados a las cybergrrls, con todas sus variedades: webgrrls, riotgrrls, badgrrls, geekgirls, etc . Estos grupos de mujeres y sus discursos sobre la red conforman una importante manifestación de la nueva subjetividad femenina en un mundo postmoderno con cada vez más representaciones culturales en el ciberespacio. El punto en común de estas manifestaciones, pese a autodenominarse feministas, es que no parecen estar interesadas en una agenda política crítica con la posición real de las mujeres en la red. Simplemente usan la red y adoptan una actitud anti-teórica alejada de la concepción feminista de lucha anti-subordinación de la mujer.
La mayoría de las cybergrrls crean sus propias páginas web con una intención paródica, irónica, apasionada, agresiva contra los estereotipos usuales que la sociedad asigna a las mujeres (Rosi Braidotti, 1998). Pero esta actitud estéticamente subversiva se lleva a cabo de manera tan acrítica y con una falta tan patente de horizonte político que a menudo está lejos de desestabilizar cualquier estereotipo.
No hay duda de que todos estos diferentes discursos que se engloban dentro del ciberfeminismo pueden ayudar a crear una mayor concienciación sobre la necesidad de establecer una relación más equitativa entre los géneros y la tecnología de la información. Pero para que el ciberespacio se convierta en un espacio de liberación, en un espacio en el cual no se resubordinen a las/los subordinadas/os con nuevas formas de poder y control hace falta la apropiación de una posición política.
Para ello cualquier tipo de ciberfeminismo, si quiere seguir siendo feminismo , tendrá que hacerse unas preguntas críticas, como son:
- ¿quién tiene acceso a las tecnologías de la información?
- ¿quién tiene el poder y quién lo controla?
- ¿en interés de quién se está desarrollando el ciberespacio?
- ¿cómo afecta la cibercultura en la estructura de los marginados?
- ¿qué esta pasando con los cuerpos y las mentes de las mujeres, tanto en sus vidas reales como virtuales?
- En definitiva, ¿a quién sirve la tecnología de la información?
Probablemente si pensamos en las posibles respuestas a estas cuestiones nos demos cuenta de que de nuevo estamos frente a una tecnología que sirve como instrumento de poder de subordinación y resubordinación en manos del varón blanco occidental. Con esta reflexión entramos dentro de la línea "distópica" del ciberfeminismo, la que cree que la realidad del ciberespacio esta muy lejos de las fantasías que acabamos de comentar.
Esta manera de reflexionar sobre las tecnologías de la información y la red es la que se denomina "ciberfeminismo radical". Según esta reflexión la cibercultura no sólo no ha cambiado los estereotipos de género, sino que incluso está sirviendo para acentuar más la dominación y opresión de las mujeres. Según análisis estadísticos son los hombres los que forman la élite de poder en Internet, aquellos que deciden y diseñan . Ellos siguen siendo los que dominan el discurso, neutralizando a las mujeres como sujetos, y por tanto dando una vez más una imagen de la mujer, bien como sujeto secundario, o incluso como objeto. Teóricas feministas denuncian la distopia que el mundo virtual del ciberespacio está construyendo. La distopia consiste precisamente en hacer del ciberespacio un sitio de dominación, opresión y alienación. No sólo para las mujeres, sino también para todos aquellos excluidos (especialmente el tercer mundo). Desde la crítica del ciberfeminismo radical se interpreta que una vez más la tecnología occidental se reitera en uno de sus más persistentes hábitos: la tendencia a crear diferencias, organizarlas jerárquicamente, y convertirlas así en desigualdades.
Estoy de acuerdo con Faith Wilding y el grupo con el cual trabaja "Critical Art Ensemble" (1997), de que después de todo seguimos necesitando un cambio de consciencia para empezar la subversión de la actual estructura de género. Necesitamos encontrar metáforas que nos permitan imaginar un conocimiento más liberatorio, crear discursos que se aparten de representaciones colonizadoras que funcionan excluyendo y dominando. Como la feminista Judith Squires (2000: 370) señala "la apropiación del ciborg para el mapa de futuros feministas posibles tiene el potencial de ser un acto subversivo". Desde esta perspectiva el ciberespacio se presenta como una nueva esfera pública que posibilita lo que J.Habermas denomina "un debate público racional que nos acerque a una democracia participativa". El ciberespacio, la red y su multiplicidad de webs, permiten, según esta perspectiva, una multiplicidad de esferas públicas donde la disonancia y la tolerancia son bienvenidas. Pero para ello necesitaremos no sólo tener un proyecto político que trace una utopía posible, sino que nos urge negociar los mecanismos del estado y del mercado.
El ciberespacio se está desarrollando de tal manera que se está convirtiendo en un medio de expansión del capitalismo multinacional, mientras que ni la ciudadanía, ni las comunidades, ni los estados están negociando la aceptabilidad o no de tales desarrollos.
Desde un planteamiento foucaultiano podemos aventurar que la red creada por las nuevas tecnologías de la comunicación y la información ayudan a crear multiplicidad de discursos y prácticas discursivas que nos acerquen a una conformación de lo social que sea pluralista y heteroglósica. Ahora bien, si la misma naturaleza de Internet puede favorecer conexiones múltiples entre poder y discurso al no establecerse elementos (como el estado) que repriman sus límites, la realidad (virtual) es que esa misma carencia de límites sólo ha servido hasta ahora para replicar las exclusiones y represiones que de hecho se dan en la realidad (real).
Como Ziauddin Sardar (2000) nos hace ver en una crítica revisión del ciberespacio, se está reproduciendo otra vez el proyecto de conquista y colonización del mundo por Occidente. Sardar afirma que el ciberespacio está habitado en su mayoría por varones blancos de clase media: estudiantes universitarios que utilizan la mayor parte de su tiempo haciendo surfing en la red, jugando o en chats. Creando páginas webs (de ellos mismos como medio de anunciarse), las cuales contienen información sin ningún valor informativo, poniendo fotografías pornográficas, o informando de cómo hacer una bomba, torturar, matar o llevar a cabo otra serie de experimentos inhumanos y aberrantes. Sardar señala que curiosamente este grupo de usuarios de Internet tiene el mismo perfil demográfico que los lectores de la revista Playboy: ambos grupos están en el grupo de edad de 18 a 35 años, del 80 al 90 por ciento son varones, han tenido buena educación y tienen una media de ingresos más alta que el salario medio. Siguiendo con su análisis Sardar (2000: 741) afirma que "el problema es que la mitad del ciberespacio que no es comercial es mayoritariamente pared de retrete".
Dada la realidad virtual que tenemos, en nada podemos decir de momento que ha mejorado respecto a la realidad del mundo material. Si bien el ciberfeminismo anhela un mundo donde la superación de los géneros es de hecho posible (feminismo post-género o post-feminismo), las perspectivas que Internet nos ha abierto hasta ahora a las mujeres no permiten mas que como mera fantasía hablar de tal estadio post-género. Como muchas voces feministas señalan, el discurso ciborg puede que ya no sea orgánico ni material, pero no hay duda de que sigue estando sexualizado. En esta línea Claudia Springer (1996) observa como aunque los cuerpos humanos estén al borde de convertirse en obsoletos, la sexualidad permanece. Todos y todas conocemos de las diferentes representaciones de seres que habitan el espacio virtual y cuán sexualizadas sus imágenes se presentan. Ninguna de estas imágenes va a subvertir nuestro sistema dual de géneros y sexos, sino que al contrario, con representaciones de hombres como Schwazeneggers y mujeres cyberbimbos lo más probable es que se profundice más y más en las desigualdades e injusticias actuales.
Es cierto que la vida on-line del ciberespacio permite la libre identidad, dejando así un espacio de libertad donde parece que no importe ni el sexo, ni el color, ni la edad, ni ninguno de los signos identificatorios base de las exclusiones en nuestras sociedades. Pues bien, habrá que hacer una lectura crítica del hecho de que la mayoría de mujeres que conectan a Internet lo hacen bajo identidad masculina para evitar el acoso y el sexismo tan típico de las sesiones online. Como afirma Susan Luckman (2000:41) "al adoptar designaciones de varón y asumir los privilegios concomitantes a los que se accede, la especificidad de los binarismos de género y las desigualdades de poder construidas sobre ellos, se hacen aparentes -en teoría.
En la práctica el status quo es afirmado: es la agencia de los hombres la que permanece incuestionada online (…)". La conclusión de este hecho es, como apunta Carol Adams (1996: 162) que "en el ciberespacio, cualquiera puede experimentar acoso sexual (simplemente usando un nombre femenino), y cualquiera puede adquirir las ventajas de ser hombre (usando un nombre masculino)". El ciberespacio se presenta así, no sólo rígidamente sexista, sino también clasista, racista y etnocéntrico.
El homo datum que puede permitirse hacer de Internet su habitus natural, es aquél que tiene educación, tiempo y dinero.
Las mismas metáforas utilizadas en el lenguaje virtual y que se han ido solidificando e incluso convirtiéndose en jerga habitual de los grupos usuarios cuando no están en el ciberespacio pone en evidencia la falta de un proyecto político y social que pueda hacer realidad la multiplicidad de posibilidades que sin duda las nuevas tecnologías de la comunicación y la información abren.
Así, se habla de "surfing" (o navegar), "playing" (o jugar), "chat" (o charlar), y con ello no sólo se está reafirmando la colonización cultural y linguística de Estados Unidos sobre el mundo, sino dando la idea de que realmente se está ocupando el tiempo simplemente jugando y yendo a ninguna parte, sin ningún horizonte en el viaje. En un mundo donde más del ochenta por ciento de la población mundial carece de acceso incluso a la infraestructura de comunicación más básica hablar de "navegar en la red" muestra pocos visos de que el ciberespacio que se "navega" se convierta en una esfera publica de discusión política que sirva para mejorar las democracias y equilibrar el mundo para que sea más justo y más libre.
Hay que explorar alternativas a la "informática de la dominación". Y para ello hay que empezar por transgredir política, social, económica y culturalmente las posiciones actuales, las estructuras de control que siguen sirviendo al mismo sistema patriarcal, racista y etnocéntrico de siempre.
Es cierto que el espacio virtual es un espacio de articulación de diferencias, poliédrico, cambiante y que puede producir las bases para comunidades más democráticas, justas y tolerantes. Pero todo ello, como muchas de las ciberfeministas están señalando, necesita de un proyecto político. El ciberespacio no se sustenta en el vacío, por más virtual que sea depende de una conformación, un diseño y un uso que sigue siendo material y humano. Por ello no puede seguir siendo el espacio donde un gran numero de jóvenes occidentales aburridos reproduzcan sus frustraciones, ni donde las grandes empresas multinacionales arrojen sus productos creando mercados virtuales y contando el consumo en conexiones online por segundo.
Si la "alucinación consensual", como William Gibson definió el término ciberespacio en su novela Neuromancer en 1984, sirve o no para mejorar la condición de las mujeres nuevamente dependerá en gran parte de los alucinantes intereses económicos y políticos de los sistemas de poder y dominación mundial. La lucha de las feministas en todos los frentes sigue siendo pues, necesaria.
http://www.creatividadfeminista.org/articulos/ciber_utopia_disto.htm
lunes, 3 de marzo de 2008
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3 comentarios:
Otro enlace:
http://www.cyberfem.net/
http://www.entretodas.net/entrevista-carmen-castro-una-pionera-del-ciberfeminismo-personal-politico-y-sin-genero-de-dudas/
señoritas paula y makarena su blog no me ha convencido mucho puesto que es un claro ejemplo de lo que hoy se conoce como "copia y pega" hecho de menos originalidad en los contenidos, un poco de opinion propia y principalmente algo de imaginacion.
Le pondria como nota un 6 por la simpatia de las autoras y porque al menos han encendido el ordenador para hacerlo.
Atentamente: vuestra amiga de delitos en la red
SPEK
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